NUESTRO MIEDO AL GIGANTE
Desearíamos, como el personaje romántico, salvar pueblos;
levantar el espíritu del mundo que yace ahogado en la injusticia y en el
materialismo; salir sin rumbo una mañana, igual que Don Quijote, abandonándolo
todo para consagrarnos a "desfacer entuertos" y cubrirnos con la
gloria de haber dado nuestra vida a la patria, a la humanidad y a Dios.
Pero tenemos miedo de
desencadenar al gigante que nos habita. Miedo de su aventura colosal, que
presentimos nos pondría constantemente en graves riesgos, amén de que nos
privaría de comodidades, bienestar y placeres. Así vemos las cosas desde
nuestro punto de vista burgués, pero muy otra sería nuestra visión una vez que
soltáramos al titán.
El héroe desamordazado nos transformaría por completo.
Adquiriríamos la dimensión de su grandeza. Los afanes que hoy nos parecen tan
importantes, se encogerían hasta hacerse triviales, mientras que las tareas del
espíritu para las que ahora somos tan perezosos, serían después la sublime
razón para vivir y para morir. Tú, yo, somos mucho más, infinitamente más de lo
que somos. Pero no queremos serlo.
Los psicoanalistas no
toman para nada en cuenta esta represión, pues sólo nos advierten del daño que
produce el reprimir las malas tendencias; y, sin embargo, yo creo que es la
inhibición de los deseos nobles lo que más nos destruye. Podría yo ir a visitar
por las tardes a los enfermos incurables, podría aceptar un cargo en una
institución benéfica, podría ayudar material y espiritualmente a la gente de un
barrio miserable. Siento la divina tentación de hacerlo, y me reprimo, me lo
prohíbo con más energía que si la tentación fuera la de cometer un crimen.
Tenemos miedo de expresar lo mejor de nosotros mismos. Por
eso nuestra persona es insignificante, nuestra vida no sale de la vulgaridad.
¿Y no ha de causar esto un punzante sentimiento de frustración: el saber lo que
pude ser y no fui? Quizá de aquí proviene la angustia, la desazón que sufrimos,
la poca estimación que nos tenemos. "¿Quién que es no es romántico?",
exclamaba Rubén Darío.
Gran verdad, pero la mayoría de nosotros se niega a ser lo
que es. En nuestro siglo burgués, donde sólo cuenta lo práctico y sólo se
ambiciona el progreso económico, en este desierto del espíritu, es maravilloso
encontrar de pronto personas románticas que fulguran como oasis increíbles.
Michael Murphy
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