Todos sabemos que la
educación en la etapa de la adolescencia es difícil, tanto en hombres como en
mujeres, ya que aparecen conflictos que en la niñez no se presentaban, entre
ellos mismos, con sus padres, con sus familiares, e incluso fuera de casa.
Lo mejor es desde
luego que la discusión termine en la resolución del problema, pero generalmente
aumentan la pelea, (atacan) o abandonan el campo de batalla, sin haber un
arreglo. Cuando no se llega a la
solución del problema, el adolescente permanece con un estado de ánimo muy alterado
y que le puede ocasionar depresión, ansiedad y hasta puede planear una acción
mala (delinquir). Cuando esto se repite constantemente, las repercusiones se
aprecian después en su vida amorosa y con sus amistades.
En cambio si hay
resolución de los pleitos, principalmente con sus padres, tienden a gozar de
una salud psicológica más sólida y relaciones felices dondequiera que vayan,
situaciones que todos los padres quisieran que sucediera.
Estos dos estilos de
comportamiento hacen que los conflictos sean en lugar de ser dañinos sean
constructivos entre padres y adolescentes. Los adolescentes que se distinguen
son aquellos que cuando hay peleas ellos consideran los argumentos de ambos
bandos, y los conflictos destructivos son cuando no lo hacen.
En la adolescencia
adquieren un mayor desarrollo en el pensamiento abstracto y si son BIEN
dirigidos pueden considerar las situaciones desde los puntos de vista
agresor/receptor, (empatía). Los padres pueden sacar provecho de esta capacidad
en el pensamiento de los adolescentes.
Mucho depende de la
forma como los padres discuten, por ejemplo si se muestran muy impositivos sin
dar lugar a la reflexión del adolescente, no habrá mayor comunicación, y el
enojo sobresaldrá. Los padres pueden ante una situación de controversia empezar
diciendo: ¿Podrías explicarme porque
razón piensas así? Para dar lugar a una
conversación más profunda y alargada.
Hay conflictos muy
fuertes, y si no se resuelven favorablemente cada vez pueden aumentar, pero es
precisamente en los conflictos menores, comunes y corrientes cuando los padres
y adolescentes deben darse la oportunidad de un mejor entendimiento entre sí
mismos y los demás, para desarrollar esa habilidad de llegar a la resolución, y
esto les durará toda la vida.
No se desea que haya
pleitos entre padres y adolescentes, pero es casi seguro que siempre los habrá,
pero habrá que verlos como algo favorable y no como un obstáculo, para que en
lugar de criar adolescentes frustrados, deprimidos y con ansiedad, se eduquen
personas capaces de dialogar y resolver las discordias.
Michael Murphy
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