INTERESANTE ARTICULO..... TRANSCRIPCION
Boletín
UNAM-DGCS-095
Ciudad Universitaria.
06:00 hrs. 13 de febrero de 2013
¿EXISTEN
AMORES PARA SIEMPRE?
• La pasión y el romance deben dosificarse para
lograr relaciones duraderas, señaló Rolando Díaz Loving, investigador de la
Facultad de Psicología (FP) de la UNAM
• Biológicamente estamos inclinados a estar con
muchas personas, pero culturalmente se nos dice que lo adecuado es la
monogamia, por lo que es necesario replantear nuestra manera de entender qué es
una pareja, añadió el académico, en ocasión del Día del Amor y la Amistad
Los cuentos de antaño finalizaban con un “y vivieron
felices para siempre”, pero en la vida real, ¿tienen las personas la capacidad
necesaria para mantener una relación que incluya intimidad, pasión y compromiso
de largo plazo?, pregunta Rolando Díaz Loving, investigador de la Facultad de
Psicología (FP) de la UNAM.
La idea de que debe ser así en pocos
sitios queda tan bien plasmada como en las últimas líneas del poema más célebre
de Francisco de Quevedo:Alma a quien todo un Dios prisión ha sido,/ venas que humor a
tanto fuego han dado,/ medulas que han gloriosamente ardido:/ su cuerpo
dejarán, no su cuidado;/ serán ceniza, mas tendrá sentido;/ polvo serán, mas
polvo enamorado.
Estos versos apuntan a un concepto clave
para entender cómo concebimos que debiera ser la “relación perfecta”, pues
describen un ideal —conformado a lo largo de los siglos— que la literatura ha
bautizado como “amor eterno”, añade, en ocasión del Día del Amor y la Amistad.
“Se nos ha dicho que la longevidad es
distintivo de la calidad de una pareja, pero lo cierto es que encuentros tan
encendidos como se describen en novelas y películas no pueden seguir con el
mismo ímpetu indefinidamente, así que para generar vínculos duraderos hemos
aprendido a dosificar la pasión y el romance. Es así como la gente llega a los
80 años y aún desea tomarse de la mano, o anhela reencontrarse tras haber
resuelto otras cuestiones de la vida”.
En La llama doble, Octavio Paz advertía que “si el amor es
tiempo, no puede ser eterno, está condenado a transformarse en otro
sentimiento”. A esta aseveración, Díaz Loving agrega que para dar aliento a ese
lazo tan cambiante, lo que usualmente hacemos es añadir elementos como
intimidad, conocimiento del otro y voluntad de brindar apoyo, y solemos prender
y apagar lo romántico como si dispusiéramos de un interruptor eléctrico, y con
esto esperamos que el fantasma de la separación quede conjurado.
“Para dar congruencia a nuestras historias
construimos muchos tipos de amores, como el romántico o el de compromiso, e
intentamos explicar parte de lo que somos a partir de ello; no obstante, lo que
la vida cotidiana nos muestra, con frecuencia de manera empecinada, es que la
mayoría de las relaciones distan, y por mucho, de lo que dicen los cuentos”.
Es tan corto el amor y es tan largo el
olvido
Si un personaje literario tenía noción de
lo breve que resulta el apasionamiento es el Don Juan, de Zorrilla, quien
aseguraba —casi con certeza de relojero— que el ciclo del amor dura 60 minutos
y cinco días, pues se necesitan “uno para enamorarlas, otro para conseguirlas,
otro para abandonarlas, dos para sustituirlas y una hora para olvidarlas”.
Para Díaz Loving, es evidente que este
proceso tiene periodos cronológicamente cuantificables —al fin y al cabo somos
seres sujetos al tiempo—, “aunque a diferencia del Tenorio, el lapso del
‘flechazo’ es rápido e intenso, el del desenamoramiento lento y más sosegado, y
detrás de esto hay razones biológicas”.
Cada ser vivo tiene una pulsión sustantiva
y fundamental, la de transmitir sus cromosomas; para ello, al igual que muchos
organismos, nuestra especie vincula los actos específicos de este proceso con estímulos
placenteros, y para ello, se vale de neurotransmisores que mueven al individuo
a repetir ciertas conductas, buscar oportunidades para el sexo y así perpetuar
genes.
“No obstante, tener hijos no basta, pues a
diferencia de otros animales, el hombre por sí mismo es deficiente para
defenderse; carece de colmillos afilados o garras para repeler ataques, y por
ello, para sobrevivir, precisa de sus semejantes. De esta manera se hace
evidente otro aspecto clave para los humanos: la necesidad de protegerse. Este
aspecto, junto con el ímpetu de reproducción, explica por qué las parejas,
incluso a veces contra todos los pronósticos, se mantienen juntas”, expuso.
Neruda hizo famosa la frase “es tan corto
el amor, y es tan largo el olvido”, y parece que la experiencia lo confirma,
pero, en términos biológicos, ¿cuánto dura el enamoramiento? “A decir de los
psicólogos evolutivos, de tres a cuatro meses, al menos para los primeros
hombres. En este lapso, neurotransmisores como la dopamina, endorfinas y
oxitocina mantenían a los sujetos en euforia el tiempo necesario como para que
los encuentros sexuales posibilitaran un embarazo. A esto seguía un periodo de
apego de dos o tres años, ahora favorecido por la serotonina, que promovía
estados de ánimo más reposados en los que el varón brindaba compañía y
protección a su mujer e hijos”, expuso Díaz Loving.
Sin embargo, añadió el profesor, la
existencia humana no se rige por guiones o esquemas, y el día a día, nos
demuestra que hay personas que permanecen juntas por mucho tiempo, mientras que
otras lo hacen por apenas días, pues además de las tendencias dictadas por la
naturaleza prevalece una inmensidad de factores culturales que determinan
nuestro comportamiento y, de esta manera, crean un inmenso abanico de matices
para las relaciones.
¿Monógamos por naturaleza?
Se nos ha repetido que lo correcto es
tener a una persona a nuestro lado y serle fiel, y casi nadie lo cuestiona,
pero esta idea nace, por una parte, con el surgimiento de tres religiones: el
cristianismo, el judaísmo y el islam —cuyo énfasis está en controlar la
conducta de los individuos—, y por la otra, con la aparición del concepto de
propiedad privada y, por ende, con la necesidad de heredar bienes a quien lleva
nuestra sangre, señaló Díaz Loving.
Señalaba Federico Engels que “la monogamia
nació de la concentración de las riquezas en las mismas manos, las de un
hombre, y del deseo de transmitir esas riquezas por herencia a los hijos de
éste, excluyendo a los de cualquier otro. Para eso era necesaria la fidelidad
de la mujer, pero no la del varón; tanto es así, que la monogamia de la primera
no ha sido el menor óbice para la poligamia descarada e hipócrita del segundo”.
Esta laxitud de la norma para una de las
partes, y la severidad de juicio hacia la otra es algo que se observa a diario,
señala el psicólogo de la UNAM. “En México, mientras puedan financiarla, ellos
pueden tener un ‘hogar oficial y una ‘casa chica’, pero ellas, si deciden estar
con alguien que no sea su esposo son estigmatizadas, pues su actitud rompe con
las buenas costumbres e incluso con la ‘naturaleza’ femenina, que llama a la
obediencia y a la abnegación, ¿pero es ésa su ‘naturaleza’?”.
Si un instinto prevalece en nosotros —sin
importar género— es el de la biodiversidad, señaló Díaz Loving, “y encuestas
alrededor del mundo lo demuestran. Al preguntar ‘¿cuántas parejas sexuales te
gustaría tener a lo largo de la vida?’, en promedio ellos responden que 20,
mientras que ellas, cinco. Ambos ven a la monogamia como algo poco apetecible,
simplemente hay cuestiones biológicas y culturales que se entremezclan para
crear patrones de conducta que nos llevan a estar con un solo individuo”.
Sociedad en cambio
El INEGI maneja un indicador llamado
índice de desarrollo de género que mide cuánto han avanzado las mujeres a nivel
educativo, social, económico y político. En las entidades en las que este
marcador es alto, el porcentaje de divorcios también es elevado, mientras que
el de violencia contra ellas, decrece, señaló Díaz Loving.
“En los estados conservadores, donde los
matrimonios duran de por vida, se registran más agresiones; así es el modelo
tradicional. ¿Pero qué sucede si una mujer adquiere mayor educación y
desarrollo? Lo más probable es que se muestre reacia a entrar en una relación
en la que no hay equidad ni equilibrio, y comienzan a resquebrajarse ciertos
esquemas sociales”.
La pregunta que subyace a éste y otros
fenómenos —apunta el investigador— es ¿cómo hacer en una época que exige cada
vez más igualdad para reconciliar las tendencias biológicas de estar con una
persona y nuestra voluntad de permanecer con ella por siempre? La clave es ver
si el otro posee las características necesarias para entablar el tipo de
relación deseada.
“Ante el frío desdén que caracteriza a los
matrimonios de hoy, es necesario reinventar el amor”, señalaba el poeta Arthur
Rimbaud, “y para eso se precisa honestidad de ambas partes”, agrega Díaz
Loving.
“Hoy vemos un cambio en las normas de esta
creencia, pero se dan de forma lenta y castigada. Lo ideal sería que, en vez de
caer en el caos, determináramos —desde el principio— si el sujeto que nos
interesa tiene inclinaciones afines a las nuestras. Así, quien desee estar con
muchas parejas, coincidirá con alguien similar, y el que quiera sólo una, la
formará con un compañero que busque lo mismo. Desde el principio deberíamos
plantear, sin miedo, ‘éstas son mis necesidades y gustos, ¿cuáles son los
tuyos?’, para, a partir de ahí, ver si damos un primer paso, libremente y sin
engaños”.
Más allá de la biología
En La insoportable levedad del ser, Milan Kundera hace admitir a Tomás, uno de
los protagonistas, haber estado con dos centenares de mujeres, confesión
seguida de un “tengo relaciones desde hace 25 años, dividan 200 por 25 y les
saldrán ocho mujeres por año, no creo que sea tanto”.
Díaz Loving señala que, “en términos
evolutivos, diríamos que este personaje es un organismo exitoso por el número
de oportunidades que ha tenido para transmitir sus cromosomas, pues se trata de
una necesidad inserta en nuestro proceso biológico, pero ver el panorama apenas
en estos términos sería un reduccionismo”.
Entonces, ¿cómo hacemos los humanos para
cambiar tales urgencias por un relato diferente que explique nuestras
pulsiones? La respuesta, añade el académico, es que nuestra historia es
distinta a la de otros seres debido a la capacidad humana de crear lenguaje,
reflexionar y, a partir de ello, generar cultura y, por ende, normas y patrones
de conducta.
Si en cada vínculo de pareja hay una serie
de instintos repetitivos, inevitables y, además, explicables por la ciencia, la
pregunta que surge es ¿en realidad existe el amor?
En definitiva sí, concluye Díaz Loving,
“la biología sólo nos da parámetros de comportamiento, es decir, nos dice qué
es y no factible; pero el amor va más allá, porque al mismo tiempo que es una
posibilidad natural humana, es una elaboración cultural de cómo entendemos esas
necesidades para, a partir de ahí, elaborar algo diferente con ellas”.
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FELIZ DIA DEL AMOR Y LA AMISTAD.
MICHEL MURPHY.